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Historias de Jueves Santo

Historias de Jueves Santo

Ayer entré en un comercio a comprar una cosita, no diré qué comercio ni diré qué cosita, un comercio que está debajo de mi casa y tiene puertas automáticas.

La dependienta muy amablemente me atendía cuando se agachó para pulsar un botón detrás del mostrador mientras decía: "voy a abrirle la puera a la señora que no se le abren las puertas".

Miré hacia la puerta y ví a una anciana pequeñita pequeñita (era una especie de "abuela bolita". Siempre me ha parecido que hay dos tipos de abuelas: abuela palo, alta y delgada, o abuela bolita, pequeña y regordeta) con sendas bolsas de la compra en cada mano e impotente al comprobar que, por su altura, el sensor de la puerta no le detectaba y no se abría.

En dos pasos me acerqué a la puerta y ésta se abrió. La anciana, con una sonrisa entrañable en la cara, me miró y dijo como excusándose: "es que no se me abría la puerta". Y pasito a pasito entró en el comercio.

Me entraron unas ganas tremendas de darle cariñito.

Tonterías prevacacionales.

Que lo paséis bien.

Besotes mil

2 comentarios

ace76 -

Que bonita historia, que abuela tan abrazable, :-)

esti -

A mí siempre me ha aterrorizado que una de esas puertas me ignore. Me parece lo peor que le puede pasar a una persona con miedo al rechazo.