De peluquerías y crestas
Este martes, con la intención de darle un nuevo aire a mi look, por lo menos a mi look exterior, me he ido a la peluquería. En los últimos tiempos la verdad es que no ha sido una experiencia habitual en mi ya que optaba por coger la maquinilla y alaaaa, al uno, al dos... cosas así.
Pero esta vez, y tras la recomendación de amigos y conocidos me he ido a una peluquería cercana a la calle Fuencarral, llamada Juan por Dios, en la zona de Chueca. Sí, con ese nombre ya se deduce que el negocio en cuestión no iba a ser un Jofer cualquiera, no, se trata de una peluquería ultra modernaaaaaaaaa (lo que se traduce en ultra precio). Y ya se sabe, a día de hoy para ser ultramoderno basta con recuperar muebles de tu casa comprados en los años 70 y estampados tipo papel pintado de las paredes de la mencionada época, vamos, elementos poppys, pero como a mi me gusta lo poppy pues encantado. Me dan ganas de coger la lámpara del dormitorio de mis padres y venderla en Madrid para decorar algun negocio similar a la peluquería.
En cuanto al corte en sí pedí una cresta, o como quiera Dios, o Juan, que se llame en el argot peluquero. La chica debió verme cara de chico modoso y buenecito porque me dijo: pero sin que se note demasiada diferencia entre los lados y la cabeza, no? o algo más radical?. Pues hombre, ya que estabamos le dije: algo radical. Y dicho y hecho, la chica empezó a cortar con todo tipo de instrumentación: maquinilla, tijera, navaja...
Oye, y la tía, cual pintora miraba en el espejo cada dos por tres, me situaba la cabeza frontal, lateralmente, comparaba, igualaba, cortaba, volvía a mirar, eso sí, bastante calladita, entre que yo no le daba charla y ella tampoco la provocaba pues nada.
Por cierto, que mi cita era a las seis y entre el lavado y esas cosas ha empezado a cortar a las 6 y cuarto y a los cinco minutos se acerca un compañero y le dice: "ha llegado ya la chica de las seis y media" Dios mio, he pensado, ahora se pondra a correr en plan fitipaldi, pero no, afortunadamente ha seguido tomándose la labor con calma.
Una cosa curiosa de las peluquerías es el "momento final", vamos, que la chica corta y corta, y durante el proceso, viéndote en el espejo pasas por momentos hiper ridículos en los que es inevitable pensar: "que no acabe aquíiii, que no acabe aquiiii, por favor!!!".
Pero no, en resumen, que la chica ha hecho un buen trabajo (o el espejo me engaña) y que mañana, en el trabajo, tendré que soportar comentarios del jefe tipo: cherokeeee, ¿has pagado por eso?... y cosas así. Aguantaremos.
Besotesss milll
P.D. Ale, me voy a mimir
Pero esta vez, y tras la recomendación de amigos y conocidos me he ido a una peluquería cercana a la calle Fuencarral, llamada Juan por Dios, en la zona de Chueca. Sí, con ese nombre ya se deduce que el negocio en cuestión no iba a ser un Jofer cualquiera, no, se trata de una peluquería ultra modernaaaaaaaaa (lo que se traduce en ultra precio). Y ya se sabe, a día de hoy para ser ultramoderno basta con recuperar muebles de tu casa comprados en los años 70 y estampados tipo papel pintado de las paredes de la mencionada época, vamos, elementos poppys, pero como a mi me gusta lo poppy pues encantado. Me dan ganas de coger la lámpara del dormitorio de mis padres y venderla en Madrid para decorar algun negocio similar a la peluquería.
En cuanto al corte en sí pedí una cresta, o como quiera Dios, o Juan, que se llame en el argot peluquero. La chica debió verme cara de chico modoso y buenecito porque me dijo: pero sin que se note demasiada diferencia entre los lados y la cabeza, no? o algo más radical?. Pues hombre, ya que estabamos le dije: algo radical. Y dicho y hecho, la chica empezó a cortar con todo tipo de instrumentación: maquinilla, tijera, navaja...
Oye, y la tía, cual pintora miraba en el espejo cada dos por tres, me situaba la cabeza frontal, lateralmente, comparaba, igualaba, cortaba, volvía a mirar, eso sí, bastante calladita, entre que yo no le daba charla y ella tampoco la provocaba pues nada.
Por cierto, que mi cita era a las seis y entre el lavado y esas cosas ha empezado a cortar a las 6 y cuarto y a los cinco minutos se acerca un compañero y le dice: "ha llegado ya la chica de las seis y media" Dios mio, he pensado, ahora se pondra a correr en plan fitipaldi, pero no, afortunadamente ha seguido tomándose la labor con calma.
Una cosa curiosa de las peluquerías es el "momento final", vamos, que la chica corta y corta, y durante el proceso, viéndote en el espejo pasas por momentos hiper ridículos en los que es inevitable pensar: "que no acabe aquíiii, que no acabe aquiiii, por favor!!!".
Pero no, en resumen, que la chica ha hecho un buen trabajo (o el espejo me engaña) y que mañana, en el trabajo, tendré que soportar comentarios del jefe tipo: cherokeeee, ¿has pagado por eso?... y cosas así. Aguantaremos.
Besotesss milll
P.D. Ale, me voy a mimir
5 comentarios
aln -
Juan -
Pek -
ace76 -
Manué -