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Violando a un duende

Violando a un duende

Esta mañana me dirigía a mi gimnasio por mi ruta habitual, cogiendo el metro para una parada. Sí, podéis criticarme, cojo el metro para ir al gimnasio cuando sólo una parada me separa del reino de las máquinas. Al lado de la boca del metro (algún día me muerde) hay un puesto de la Once. Y hoy, al lado del puesto de la Once, además de lo habitual, baldosas y calle, había un señor que sujetaba con una mano una ristra de duendes de la once.

Tenía como cinco o seis, en plan torre catalana, subidos uno encima de los otros. Con la mano libre les iba rascando la barriga impaciente, histéricamente, incluso con el dedo gordo de la mano que sujetaba a los duendes también rascaba. "Necesita dinero", he pensado yo. Pero no sé, sentía como si los duendes estuvieran siendo violados. Yo cuando me compro uno para tentar a la suerte es como toda una ceremonia.

Lo tengo que rascar con una moneda, no con el dedo, y no porque piense que esa especie de pintura plateada que cubre su sorpresa sea venenosa o cancerígena, no, sino porque de toda la vida, como diría la china de Eva Hache, "así me lo aprendí yo", que los rascas y ganas, ya sean en forma de duende o de cromo del Tigretón, se rascan con una moneda, que si no nada, que si no no hay suerte.

Es que rascar los duendes como los estaba rascando este señor supone una auténtica violación. Supone quitarle la parte de tontería que tiene este juego, de ilusión, y como digo, de ceremonia, de pensar que te va a tocar y soñar con lo que haya debajo de la engorrosa pintura plateada. Ver si el duende te guiña el ojo o por el contrario te hace un simpático corte de mangas en forma de "Gracias por tu solidaridad". Pero no, ese señor estaba literalmente buscando cheques. Me olería a ludopatía si no fuera porque daba la sensación de estar algo desesperado. No sé.

No violemos a los duendes, permitamonos soñar un poco.

Besotes mil

4 comentarios

Maggie Wang Kenobi -

uys, a mí esque nunca me dio por comprar decimitos. Que lo máximo que he hecho es cambiar un décimo que había tocado el reintegro varias veces, hasta que dejó de tocar el reintegro, clarostá, jurjur. Pero vamos, que superencontra de la violeichon, tiatiaita

Teina -

En casa? Què no què no, en ese mismo momento!

mce79 -

... en casa o en las ramblas...

ace76 -

Pues sí, lo de ir en metro a un gimnasio que está a una parada de metro da para algún que otro juicio de valor, jajaja.

Y sí, los duendes son para comprar, como mucho, dos de vez y rascarlos tranquilamente en casa...